La semana pasada anduvimos cruzando campos bajo el sol del verano. Buscábamos Campo Claro, el único emprendimiento de producción orgánica que vende aceite de girasol orgánico certificado, en nuestro país.
En un pueblito cerca de Luján, luego de doblar a la izquierda, a la derecha y otra vez a la izquierda levantando polvareda, encontramos la tranquera.
Tierra seca. El sonido de las hojas de los árboles movidas por la brisa cálida. El ruido de una bordeadora a lo lejos. Un niño no muy pequeño salió a nuestro encuentro.
Entusiasmadas, compramos harina de trigo, de centeno, azúcar integral, pasas de uvas, mijo. Ya habíamos pasado por Shatzi en Boulogne, así que el auto venía cargado de semillas de girasol, de lino, de amaranto, porotos blancos, de soja.
Llegamos a La Plata cansadas, pero contentas. Con el baúl llenos de excelentes productos y con ganas de cocinar
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